
Hoy mis padres me han dado esta foto.
Es curioso, que hace sólo unos días, hablaba de mis futuras bisnietas y me preocupaba que les gustase mi Dear Jane.
Me pregunto si cuando mi bisabuela realizó este encaje, estaría pensando lo mismo. Quizá no, seguro que puso todo su cariño en él porque era para el altar de la iglesia de su pueblo, y sólo le preocupaba que luciese bonito durante la misa de los domingos.
Han pasado casi cien años, y sigue luciendo en la iglesia de Atalbéitar, un pueblecito de la Alpujarra granadina, que yo no conocía, pero donde ahora reside un trocito de mi corazón.
Mi bisabuela, Josefa Abarca, la maestra, murió cuando mi abuelo tenía dos años de edad. El no la recordaba, pero siempre me decía que el mayor tesoro de esta vida es el beso de una madre.